Los niños también se divierten

01/07/2003 Revista Crecer – Magazine – Patrícia Cerqueira

Los niños también se diviertenY aprenden en museos(Haga click para ver la notícia original)

¿Tiene usted duda si el museo es programa de niños? Pues sabes que sí, y de los buenos. Ver cuadros, esculturas, exposiciones sólo hace bien. “Desperta la sensibilidad”, dice la escritora Eliana Pougy, autora de la serie El Arte y el Niño (Editora Ática). Puede incluso ser aburrido no poder jugar de agarre, hablar alto y sostener los impulsos para no tocar las obras ni esconderse detrás de las esculturas, pero hasta eso contribuye a que la experiencia sea diferente, pues el niño tiene contacto con reglas con las Que en general no está acostumbrada. Y se distrae de otra manera. “La variedad de objetos, dispuestos lado a lado, despierta la curiosidad y suele divertir al niño”, afirma Renata Bittencourt, gerente del Núcleo de Acción Educativa del Instituto Itaú Cultural, en São Paulo. Al visitar exposiciones de arte, su hijo amplía la percepción de las diversas formas de representación del mundo, suelta la imaginación. Ejercita el pensamiento y apura el poder de observación. “El artista vive aquí en el museo?”, Preguntó Jael Dantas, de 8 años, intrigado sobre dónde estarían los pintores de las obras de arte del Museo de Arte de São Paulo (MASP) en la primera visita que hizo al local en mayo pasado.

Ante una obra de arte, la sinceridad de los niños queda a todo vapor. En el Instituto Itaú Cultural, observando la pantalla Cafezal, de Cándido Portinari, los niños dieron una buena explicación a la escena. Dijo que los labradores retratados tienen pies y manos grandes porque son trabajadores. Los del fachador, que también aparece en la pintura, son pequeños porque no trabaja. Sobre una xilografía de Lívio Abramo, ellas divagaban sobre por qué los personajes fueron pintados con cara asustada. “Creo que vieron un monstruo”, dijo un chico. “Fue una serpiente”, rebotó otro. “No, creo que un dragón los asustó”, arriesgó un tercero. “El bacana es eso, permite a cada espectador completar la idea de la forma que mejor le agrada”, explica Eliana, que enseña artes para niños desde 1999.

Alfabetizar por la mirada

Pasear por formas, colores y nombres también colabora en la alfabetización del niño, siempre que sea instigada. Llamar la atención sobre lo que le gusta y lo que está encontrando es la mejor forma de incluirla en el paseo. “Y, cuanto más se piensa y se discute sobre un tema, más el lenguaje y el pensamiento del niño se desarrollan”, dice Aglay Barbosa Faria, coordinadora pedagógica de la Escuela Estatal Profesor Adolfino Arruda Marrón, en São Paulo. El colegio tiene una sala con la reproducción de 35 grabados de varios pintores consagrados de todo el mundo. En ella, los alumnos aprenden a leer y, además, a sumar y sustraer con las fechas de nacimiento y muerte de los artistas.

Después de los 3 años

Según la escritora Nereide Schilaro Santa Rosa, autora de la colección El Arte de Mirada (Editora Scipione), los niños de más de 7 años aprovechan mejor este tipo de paseo. Comienzan a entender que la obra fue hecha por una persona, en un determinado tiempo, y no existe otro cuadro igual. Entre los 4 y 6 años, los padres deben estimular la observación del niño, jugando a descubrir, por ejemplo, donde están piernas, brazos y cabellos de la figura retratada en la obra. Sólo no estira el programa durante más de 30 minutos para no molestar a los pequeños. A los menores, el museo es un lugar casi prohibitivo. Los niños de 3 años o menos les gusta interactuar, poniendo la mano en todo. Y así, el paseo puede ser un estrés.

El brasileño tiene resistencia en visitar exposiciones, según Nereide, por creer que es un lugar aburrido, hecho sólo para quien entiende de arte. No es así. Todos pueden beneficiarse de la experiencia. Los padres descontentos con el ambiente pueden optar por las visitas monitoreadas que la mayoría de los museos ofrecen o iniciar el contacto por las grandes exposiciones. Y vale la pena invertir. Una encuesta realizada por un instituto francés, el Insee, descubrió que los niños con más ocio cultural tienen dos veces más posibilidades de asistir a museos y salas de conciertos en la vida adulta. Este contacto sólo trae beneficios. “En el futuro, podremos tener adultos más críticos, más exigentes y capaces de reflexionar mejor sobre el mundo”, completa Nereide.